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11 de Febrero
 

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Éxodo 32

El becerro de oro

Cuando los israelitas vieron que Moisés tardaba tanto en bajar del monte, se juntaron alrededor de Aarón y le dijeron:

—Vamos, haznos dioses que puedan guiarnos. No sabemos qué le sucedió a ese tipo, Moisés, el que nos trajo aquí desde la tierra de Egipto.

Aarón les respondió:

—Quítenles a sus esposas, hijos e hijas los aretes de oro que llevan en las orejas y tráiganmelos.

Todos se quitaron los aretes que llevaban en las orejas y se los llevaron a Aarón. Entonces Aarón tomó el oro, lo fundió y lo moldeó hasta darle la forma de un becerro. Cuando los israelitas vieron el becerro de oro, exclamaron: «¡Oh Israel, estos son los dioses que te sacaron de la tierra de Egipto!».

Al ver Aarón el entusiasmo del pueblo, edificó un altar frente al becerro. Luego anunció: «¡Mañana celebraremos un festival al Señor!».

Temprano a la mañana siguiente, el pueblo se levantó para sacrificar ofrendas quemadas y ofrendas de paz. Después, todos celebraron con abundante comida y bebida, y se entregaron a diversiones paganas.

El Señor le dijo a Moisés:

—¡Baja ya de la montaña! Tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. ¡Qué pronto se apartaron de la forma en que les ordené que vivieran! Fundieron oro y se hicieron un becerro, y se inclinaron ante él y le ofrecieron sacrificios. Andan diciendo: “Oh Israel, estos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto”.

Después el Señor dijo:

—He visto lo terco y rebelde que es este pueblo. 10 Ahora quítate de en medio, para que mi ira feroz pueda encenderse contra ellos y destruirlos. Después, Moisés, haré de ti una gran nación.

11 Pero Moisés trató de apaciguar al Señor su Dios.

—¡Oh Señor! —le dijo—, ¿por qué estás tan enojado con tu propio pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto con tan gran poder y mano fuerte? 12 ¿Por qué dejar que los egipcios digan: “Su Dios los rescató con la mala intención de matarlos en los montes y borrarlos de la faz de la tierra”? Abandona tu ira feroz; ¡cambia de parecer en cuanto a ese terrible desastre con el que amenazas a tu pueblo! 13 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob.[a]Tú mismo te comprometiste con ellos bajo juramento diciendo: “Haré que sus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y entregaré a sus descendientes toda esta tierra que prometí darles, y ellos la poseerán para siempre”.

14 Entonces el Señor cambió de parecer en cuanto al terrible desastre con que había amenazado destruir a su pueblo.

15 Enseguida Moisés se dio la vuelta y descendió del monte. Llevaba en sus manos las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto.[b]Estaban escritas a ambos lados, por delante y por detrás. 16 Estas tablas eran obra de Dios; cada palabra estaba escrita por Dios mismo.

17 Cuando Josué oyó el alboroto del pueblo, que gritaba desde abajo, exclamó a Moisés:

—¡Parece que hay guerra en el campamento!

18 Pero Moisés respondió:

—No, no son gritos de victoria ni lamentos de derrota. Oigo sonidos de celebración.

19 Cuando se acercaron al campamento, Moisés vio el becerro y las danzas, y ardió de enojo. Entonces tiró las tablas de piedra al suelo, las cuales se hicieron pedazos al pie del monte. 20 Tomó el becerro que habían hecho y lo quemó. Luego lo molió hasta hacerlo polvo, lo arrojó al agua y obligó a los israelitas a que la bebieran.

21 Por último, se dirigió a Aarón y le preguntó:

—¿Qué te hizo este pueblo para que lo llevaras a caer en un pecado tan grande?

22 —No te disgustes tanto, mi señor —contestó Aarón—. Tú sabes bien qué mala es esta gente. 23 Ellos me dijeron: “Haznos dioses que puedan guiarnos. No sabemos qué le sucedió a ese tipo, Moisés, el que nos trajo aquí desde la tierra de Egipto”. 24 Así que yo les dije: “Los que tengan joyas de oro, que se las quiten”. Cuando me las trajeron, no hice más que echarlas al fuego, ¡y salió este becerro!

25 Moisés vio que Aarón había permitido que el pueblo se descontrolara por completo y fuera el hazmerreír de sus enemigos.[c] 26 Así que se paró a la entrada del campamento y gritó: «Todos los que estén de parte del Señor, vengan aquí y únanse a mí». Y todos los levitas se juntaron alrededor de él.

27 Moisés les dijo: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Cada uno de ustedes tome su espada, recorra el campamento de un extremo al otro; maten a todos, incluso a sus hermanos, amigos y vecinos”». 28 Entonces los levitas obedecieron la orden de Moisés, y ese día murieron unas tres mil personas.

29 Entonces Moisés les dijo a los levitas: «Hoy se consagraron a sí mismos[d]para el servicio del Señor, porque lo obedecieron aun cuando tuvieron que matar a sus propios hijos y hermanos. Hoy se ganaron una bendición».

Moisés intercede por Israel

30 Al día siguiente, Moisés les dijo a los israelitas: «Ustedes cometieron un terrible pecado, pero yo subiré de nuevo al monte a encontrarme con elSeñor. Quizá pueda lograr que él les perdone[e] este pecado».

31 Entonces Moisés volvió a donde estaba el Señor y dijo:

—Qué terrible pecado cometió este pueblo; se hicieron dioses de oro.32 Ahora, si solo perdonaras su pecado; pero si no, ¡borra mi nombre del registro que has escrito!

33 Pero el Señor respondió a Moisés:

—No, yo borraré el nombre de todo aquel que haya pecado contra mí.34 Ahora ve y lleva al pueblo al lugar del que te hablé. Mi ángel irá delante de ti. Cuando llegue el día de pedirles cuentas a los israelitas, ciertamente los haré responsables de sus pecados.

35 Después, el Señor envió una terrible plaga sobre ellos porque habían rendido culto al becerro que hizo Aarón.

 

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Éxodo 33

El Señor le dijo a Moisés: «Váyanse, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto. Suban a la tierra que juré dar a Abraham, Isaac y Jacob. A ellos les dije: “Daré esta tierra a sus descendientes”. Enviaré un ángel delante de ti para expulsar a los cananeos, los amorreos, los hititas, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Suban a la tierra donde fluyen la leche y la miel. Sin embargo, yo no los acompañaré, porque son un pueblo terco y rebelde. Si lo hiciera, seguramente los destruiría en el camino».

Cuando los israelitas oyeron estas palabras tan duras, hicieron duelo y dejaron de usar joyas y ropa fina. Pues el Señor había dicho a Moisés que les dijera: «Ustedes son un pueblo terco y rebelde. Si yo los acompañara, aunque fuera un solo instante, los destruiría en el camino. Quítense las joyas y la ropa fina mientras decido qué hacer con ustedes». Así que, desde el momento que partieron del monte Sinaí,[a] los israelitas dejaron de usar joyas y de ponerse ropa fina.

Moisés tenía la costumbre de armar la carpa de reunión[b] a cierta distancia del campamento y toda persona que quería hacer alguna petición al Señor iba a la carpa de reunión que estaba fuera del campamento.

Cada vez que Moisés se dirigía a la carpa de reunión, toda la gente se levantaba y permanecía de pie a la entrada de su propia carpa. Todos seguían a Moisés con la vista hasta que entraba en la carpa. Cuando Moisés entraba en la carpa, la columna de nube descendía y se quedaba en el aire a la entrada mientras el Señor hablaba con Moisés. 10 Cuando el pueblo notaba que la nube se detenía a la entrada de la carpa, cada persona se paraba a la entrada de su propia carpa y se inclinaba. 11 Dentro de la carpa de reunión, elSeñor hablaba con Moisés cara a cara, como cuando alguien habla con un amigo. Después, Moisés regresaba al campamento, mientras que su asistente, el joven Josué, hijo de Nun, permanecía en la carpa de reunión.

Moisés ve la gloria del Señor

12 Un día Moisés dijo al Señor:

—Tú me has estado diciendo: “Lleva a este pueblo a la Tierra Prometida”. Pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Me has dicho: “Yo te conozco por tu nombre y te miro con agrado”. 13 Si es cierto que me miras con buenos ojos, permíteme conocer tus caminos, para que pueda comprenderte más a fondo y siga gozando de tu favor. Y recuerda que esta nación es tu propio pueblo.

14 El Señor le respondió:

—Yo mismo iré contigo, Moisés, y te daré descanso; todo te saldrá bien.

15 Entonces Moisés dijo:

—Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar.16 ¿Cómo se sabrá que me miras con agrado —a mí y a tu pueblo— si no vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa —a tu pueblo y a mí— de todos los demás pueblos de la tierra.

17 El Señor contestó a Moisés:

—Ciertamente haré lo que me pides, porque te miro con agrado y te conozco por tu nombre.

18 Moisés respondió:

—Te suplico que me muestres tu gloriosa presencia.

19 El Señor respondió:

—Haré pasar delante de ti toda mi bondad y delante de ti proclamaré mi nombre, Yahveh.[c] Pues tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera. 20 Sin embargo, no podrás ver directamente mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.

21 El Señor siguió diciendo:

—Párate cerca de mí, sobre esta roca. 22 Cuando pase mi gloriosa presencia, te esconderé en la grieta de la roca y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. 23 Después retiraré la mano y dejaré que me veas por detrás; pero no se verá mi rostro.

 

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Mateo 26:69-75

Pedro niega a Jesús

69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:

—Tú eras uno de los que estaban con Jesús, el galileo.

70 Pero Pedro lo negó frente a todos.

—No sé de qué hablas —le dijo.

71 Más tarde, cerca de la puerta, lo vio otra sirvienta, quien les dijo a los que estaban por ahí: «Este hombre estaba con Jesús de Nazaret[k]».

72 Nuevamente, Pedro lo negó, esta vez con un juramento. «Ni siquiera conozco al hombre», dijo.

73 Un poco más tarde, algunos de los otros que estaban allí se acercaron a Pedro y dijeron:

—Seguro que tú eres uno de ellos; nos damos cuenta por el acento galileo que tienes.

74 Pedro juró:

—¡Que me caiga una maldición si les miento! ¡No conozco al hombre!

Inmediatamente, el gallo cantó.

75 De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». Y Pedro salió llorando amargamente.

 

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Mateo 27:1-14

Judas se ahorca

Muy temprano por la mañana, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se juntaron nuevamente para tramar de qué manera ejecutar a Jesús. Luego, lo ataron, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador romano.

Cuando Judas, quien lo había traicionado, se dio cuenta de que habían condenado a muerte a Jesús, se llenó de remordimiento. Así que devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos.

—He pecado —declaró—, porque traicioné a un hombre inocente.

—¿Qué nos importa? —contestaron—. Ese es tu problema.

Entonces Judas tiró las monedas de plata en el templo, salió y se ahorcó.

Los principales sacerdotes recogieron las monedas. «No sería correcto poner este dinero en el tesoro del templo —dijeron—, ya que se usó para pagar un asesinato[a]». Luego de discutir unos instantes, finalmente decidieron comprar el campo del alfarero y convertirlo en un cementerio para extranjeros. Por eso todavía se llama el Campo de Sangre. Así se cumplió la profecía de Jeremías que dice:

«Tomaron las treinta piezas de plata
    —el precio que el pueblo de Israel le puso a él—
10 y compraron[b] el campo del alfarero,
    como indicó el Señor[c]».

Juicio de Jesús ante Pilato

11 Jesús se encontraba frente a Pilato, el gobernador romano.

—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó el gobernador.

—Tú lo has dicho —contestó Jesús.

12 Entonces, cuando los principales sacerdotes y los ancianos presentaron sus acusaciones contra él, Jesús guardó silencio.

13 —¿No oyes todas las acusaciones que presentan en tu contra? —le preguntó Pilato.

14 Para sorpresa del gobernador, Jesús no respondió a ninguno de esos cargos.

 

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Salmos 33:1-11

Que los justos canten de alegría al Señor;
    les corresponde a los puros alabarle.
Alaben al Señor con melodías de la lira;
    toquen música para él en el arpa de diez cuerdas.
Entónenle un cántico nuevo de alabanza;
    toquen el arpa con destreza y canten con alegría.
Pues la palabra del Señor es verdadera
    y podemos confiar en todo lo que él hace.
Él ama lo que es justo y bueno;
    el amor inagotable del Señor llena la tierra.

El Señor tan solo habló
    y los cielos fueron creados.
Sopló la palabra,
    y nacieron todas las estrellas.
Asignó los límites al mar
    y encerró los océanos en enormes depósitos.
Que todo el mundo tema al Señor
    y todos estén ante él con temor reverente.
Pues cuando habló, el mundo comenzó a existir;
    apareció por orden del Señor.

10 El Señor frustra los planes de las naciones
    y hace fracasar todas sus intrigas.
11 Pero los planes del Señor se mantienen firmes para siempre;
    sus propósitos nunca serán frustrados.

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