Cuando te sientes a la mesa de un gobernante,
fíjate
bien en lo que te sirven.
2 Si eres de buen comer,
ponle
un cuchillo a tu garganta;
3 no desees todos los manjares,
porque
tal vez tenga la intención de engañarte.
4 No te desgastes tratando de hacerte rico.
Sé
lo suficientemente sabio para saber cuándo
detenerte.
5 Las riquezas desaparecen en un abrir y
cerrar de ojos,
porque
les saldrán alas
y
se irán volando como las águilas.
6 No aceptes comer con los tacaños
ni
desees sus manjares.
7 Están siempre pensando cuánto cuesta.
«Come
y bebe», te invitan, pero no lo dicen con
sinceridad.
8 Vomitarás lo poco que hayas comido,
y
se desperdiciarán tus cumplidos.
9 No gastes saliva con los necios,
porque
despreciarán hasta el más sabio consejo.
10 No engañes a tu vecino cambiando de lugar
los antiguos límites de propiedad;
ni
te apropies de la tierra de huérfanos indefensos.
11 Pues el Redentor de
ellos es fuerte;
él
mismo levantará cargos en tu contra.
12 Entrégate a la instrucción;
presta
suma atención a las palabras de conocimiento.
13 No dejes de disciplinar a tus hijos;
la
vara de castigo no los matará.
14 La disciplina física
bien
puede salvarlos de la muerte.
15 Hijo mío, si tu corazón es sabio,
¡mi
propio corazón saltará de alegría!
16 Todo mi ser celebrará
cuando
hables con rectitud.
17 No envidies a los pecadores,
en
cambio, teme siempre al Señor.
18 Si lo haces, serás recompensado;
tu
esperanza no se frustrará.
19 Hijo mío, presta atención y sé sabio:
mantén
tu corazón en el camino recto.
20 No andes de juerga con borrachos
ni
festejes con glotones,
21 porque van camino a la pobreza,
y
por dormir tanto, vestirán harapos.
22 Escucha a tu padre, que te dio la vida,
y
no desprecies a tu madre cuando sea anciana.
23 Adquiere la verdad y nunca la vendas;
consigue
también sabiduría, disciplina y buen juicio.
24 El padre de hijos justos tiene motivos para
alegrarse.
¡Qué
satisfacción es tener hijos sabios!
25 ¡Por eso, alegra a tu padre y a tu madre!
Que
sea feliz la que te dio a luz.
26 Oh, hijo mío, dame tu corazón;
que
tus ojos se deleiten en seguir mis caminos.
27 Una prostituta es una trampa peligrosa;
la
mujer promiscua es tan peligrosa como caer en un
pozo estrecho.
28 Se esconde y espera como lo hace un ladrón,
ansiosa
por hacer que más hombres sean infieles.
29 ¿Quién tiene angustia? ¿Quién siente
tristeza?
¿Quién
es el que siempre pelea? ¿Quién está siempre
quejándose?
¿Quién
tiene moretones sin motivo? ¿Quién tiene los ojos
rojos?
30 Es el que pasa muchas horas en las
tabernas,
probando
nuevos tragos.
31 No te fijes en lo rojo que es el vino,
ni
en cómo burbujea en la copa, ni en lo suave que se
desliza.
32 Pues al final muerde como serpiente
venenosa;
pica
como una víbora.
33 Tendrás alucinaciones
y
dirás disparates.
34 Te tambalearás como un marinero en alta
mar,
aferrado
a un mástil que se mueve.
35 Y entonces dirás: «Me golpearon pero no lo
sentí.
Ni
siquiera me di cuenta cuando me dieron la paliza.
¿Cuándo despertaré
para
ir en busca de otro trago?».