En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote era ungido vertiendo
aceite sobre su cabeza. En el caso de Aarón, fue una cantidad tan
abundante que corrió hacia abajo sobre su barba y el cuello de la
túnica (Salmo 133:2). En Mateo 26:7, la mujer que ungió la cabeza de
Jesús estaba haciendo algo más significativo de lo que se daba
cuenta. Su acto de amor era un símbolo del rol de Jesús como nuestro
Sumo Sacerdote, un oficio muy bien entendido por el examen de las
prendas usadas por el sacerdote en Éxodo 28.
La prenda más llamativa del sacerdote era el pectoral. En este había
doce piedras preciosas, cada una grabada con uno de los nombres de
las doce tribus de Israel. También fueron significativas las dos
piedras de ónix en los hombros del sumo sacerdote, cada una grabada
con seis nombres. Es interesante notar que las joyas y las piedras
estaban sobre el corazón y los hombros del sacerdote, indicando los
dos lugares de intercesión.
Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, lleva nuestros nombres y
necesidades ante el Padre continuamente. ¡Estamos siempre en su
corazón! Él lleva nuestras necesidades sobre sus hombros, por eso es
innecesario que las llevemos nosotros. En lugar de preocuparnos por
nuestras necesidades, alegrémonos de que Él es nuestro Sumo
Sacerdote ungido. "Él vive para siempre a fin de interceder con Dios
a favor de ellos [nosotros]" (Hebreos 7:25).
37 días quedaron atrás, 328 oportunidades restan para dejar tus
cargas sobre él! |