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Devocional 08/02
Lectura 8 de Febrero

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En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote era ungido vertiendo aceite sobre su cabeza. En el caso de Aarón, fue una cantidad tan abundante que corrió hacia abajo sobre su barba y el cuello de la túnica (Salmo 133:2). En Mateo 26:7, la mujer que ungió la cabeza de Jesús estaba haciendo algo más significativo de lo que se daba cuenta. Su acto de amor era un símbolo del rol de Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, un oficio muy bien entendido por el examen de las prendas usadas por el sacerdote en Éxodo 28.

La prenda más llamativa del sacerdote era el pectoral. En este había doce piedras preciosas, cada una grabada con uno de los nombres de las doce tribus de Israel. También fueron significativas las dos piedras de ónix en los hombros del sumo sacerdote, cada una grabada con seis nombres. Es interesante notar que las joyas y las piedras estaban sobre el corazón y los hombros del sacerdote, indicando los dos lugares de intercesión.

Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, lleva nuestros nombres y necesidades ante el Padre continuamente. ¡Estamos siempre en su corazón! Él lleva nuestras necesidades sobre sus hombros, por eso es innecesario que las llevemos nosotros. En lugar de preocuparnos por nuestras necesidades, alegrémonos de que Él es nuestro Sumo Sacerdote ungido. "Él vive para siempre a fin de interceder con Dios a favor de ellos [nosotros]" (Hebreos 7:25).

37 días quedaron atrás, 328 oportunidades restan para dejar tus cargas sobre él!

 

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