La iglesia en el desierto da el modelo bíblico de la supervisión.
Los líderes de decenas, cincuenta, cientos y miles fueron
seleccionados para atender las necesidades básicas de la población y
resolver sus controversias. Como resultado, Moisés tenía que revisar
únicamente los casos y políticas más difíciles. Su trabajo principal
era estar en comunión con Dios y enseñar la Palabra.
Los apóstoles descubrieron este principio en la elección de los
diáconos, lo que los liberó para utilizar su tiempo "en la oración,
la predicación y la enseñanza de la palabra" (Hechos 6:4). La
iglesia primitiva no sólo se reunía en el templo, sino que también
lo hacían "en casas para la Cena del Señor y compartían sus comidas
con gran gozo y generosidad" (Hechos 2:46). Apóstoles, diáconos y
miembros de la iglesia todos ayudaban a llevar la carga de la
creciente congregación.
Pastores y líderes desgastados son un testimonio de la enorme carga
de la consejería, visitación, y mediación necesarias en la iglesia
de hoy. En la actualidad, el pastor no está llamado a hacer todo el
ministerio, sino que lo es "preparar al pueblo de Dios para que
lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia" (Efesios 4:12).
Pastores, líderes, preparen al pueblo, edifíquenlo, háganlo
desarrollar sus dones, y envíenlo a liberar, sanar, rescatar y
salvar. De esta manera, alcanzaremos el plan de Dios como lo hizo
Moisés y seremos la Gran Iglesia, que cumple el Gran Mandamiento y
activa la Gran Comisión.
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