El salmista estaba preocupado en ser abandonado hasta que Dios
declaró su poder a la siguiente generación. Cada generación debe
conocer de primera mano el poder de Dios. No basta con oír hablar de
cómo Dios visitó la generación anterior con gran poder, prodigios y
milagros. Nuestra generación tiene que ver que el poder se
manifiesta. Sin una verdadera manifestación del poder de Dios, cada
generación crece progresivamente dudando de la realidad de Dios.
"Un día, Jesús llamó a sus doce apóstoles y les dio poder y
autoridad para expulsar demonios y para curar todas las
enfermedades" (Lucas 9:1). Esta acción fue más que simple protocolo
religioso, fue una transferencia del poder de Jesús a la siguiente
generación. ¿Qué hubiera pasado al mundo si Cristo se hubiera
marchado sin dar a nadie el mismo poder que Él tuvo que ayudar a la
gente?
El mismo poder que emanaba del manto de Cristo para sanar la mujer
con el flujo de sangre está disponible hoy en día. De generación en
generación, el poder de Dios se ha transmitido. Ahora es nuestro
turno para levantarnos y mostrar el poder de Dios para la próxima
generación.
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