La incredulidad es peligrosa, independientemente de quien seas.
Zacarías, miembro de la tribu sacerdotal, estaba de pie en el Lugar
Santo ofreciendo incienso delante de Dios cuando un ángel del Señor
le trajo un mensaje. Debido a que se negó a creer el mensaje y
cuestionó el poder de Dios, Zacarías se quedó mudo.
Otro ejemplo de la incredulidad se encuentra en Números 20:11-12,
que narra cómo la falta de confianza en Dios de Moisés y de Aarón
les llevó a actuar precipitadamente. Se golpeó la roca dos veces en
lugar de limitarse a hablar con ella como Dios había instruido. Este
simple acto de incredulidad los descalificó de su entrada tan
esperada a la Tierra Prometida.
Dios no exime a sus líderes del juicio si no logran caminar delante
de él en la pureza de la fe. Él "no muestra parcialidad" (Hechos
10:34) e igualmente juzga a todos los que se niegan a creer. Su
juicio puede ser rápido y severo, como cuando Uza fue herido de
muerte por estabilizar el arca del pacto cuando los bueyes
tropezaban (1 Crónicas 13:9-10). En otro caso, "los hijos de Aarón:
Nadab y Abiú ponen brasas de fuego en sus incensarios y esparcieron
incienso sobre él" (Levítico 10:1) y fueron inmediatamente quemados
vivos por el fuego de Dios.
Dios es impresionante en Su Santidad y esta no será dejada de lado.
Vamos a servirle con el debido respeto y admiración, "porque nuestro
Dios es fuego consumidor" (Hebreos 12:29
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